Se trata de una de las especies más preciosas de nuestro planeta. Su pelaje, blanco marfil, y su mirada penetrante, hacen de este animal uno de los pocos considerados como dioses. Durante muchos años las tribus africanas creyeron en su existencia, alegando poderes sobrenaturales sobre ellos y asegurando que provienen de las estrellas.
Más difícil de alcanzar que el leopardo africano, más raro que el legendario leopardo de las nieves del Himalaya y tan blanco como el oso polar de Alaska.